No pude evitar sonreír pícaramente
y me acerqué al ventanal del salón rodeando el sofá. Quería ver aquello más de
cerca pero si me descubrían podría decir que iba a abrir la puerta para que se
ventilara el salón. Cuando estaba delante de la cristalera me giré un poco para
poder ver mejor a mi yerno que estaba justo detrás de mí. Aun respiraba
profundamente así que no creí que se despertara con mi presencia. Yo solo
quería mirar, tenía una curiosidad malsana. Primero le mire a los ojos para
asegurarme, luego recorrí su cuerpo lentamente hasta llegar a la causa de mi
curiosidad. El bóxer era de algodón blanco y la tela se le pegaba a la piel de
forma que el bulto tenía la forma de una hermosa polla. La tenía morcillona y, sin ser enorme, no
estaba mal de tamaño. Para mí desde luego era perfecta. Me quedé mirándola unos
segundos absorta hasta que sentí un pequeño escalofrío que me regresó al mundo.
Ya era hora de
levantarse así que abrí la cristalera y una corriente de aire refrescó el salón
en un instante.
Suegra: ¡Vamos!, ¡arriba
que tenéis que aprovechar las vacaciones!
Me fui a preparar el
desayuno escuchando a Ángel protestar por la forma de despertarlo.
Era el 16 de julio, día
de la Virgen del Carmen. Uno de mis días favoritos de las vacaciones porque por
la tarde los pescadores desfilaban con sus barcos engalanados por delante del
piso y siempre disfrutaba viéndolo desde mi terraza.
Por la mañana Ana y yo
fuimos a comprar pescado fresco mientras Ángel hacía otras compras que le
habíamos encargado. Al rato de estar en la calle Ana me preguntó que tal había
dormido. Entendí rápidamente que lo que quería era saber si los había
escuchado. Le dije que había caído muerta nada más acostarme y ella tras
disimular un suspiro de alivio me dijo que por la noche habían golpeado un
retrato sin querer y que se había roto. Yo le resté importancia y le aseguré
que no me había enterado de nada.
Algo más tarde ya
estábamos los tres con las tareas hechas y camino de la playa. Andamos un
poquito hasta una cala cercana donde una puede bañarse sin que le den un
balonazo o le echen tierra. Siempre me ha gustado disfrutar del mar lo más
tranquila posible.
Tras plantar la
sombrilla y colocar las toallas mi hija me sorprendió quitándose la parte
superior del bikini. Tenía las tetas morenitas así que supuse que siempre hacía
topless.
“Nena, ten cuidado no te vayas a quemar”. Le dije mirándole las
tetas y ella sonrió y me contestó que no me preocupara que siempre se echaba
bastante protección.
Yo me quité el pareo y
me puse a echarme crema pero sin quitarme la parte de arriba. Ana me preguntó
si yo no hacía topless y le dije que me daba cosa tomar el sol sola en aquella
cala con las tetas al aire por si aparecían mirones. Entonces fue mi yerno el
que no tardó en contestar diciendo que hoy no estaba sola y mi hija tuvo una
salida graciosa al decir que el mirón ya lo llevábamos incorporado, ja,ja… nos
reímos los tres pero mi hija insistió en que no fuera tonta así que finalmente
yo también dejé mis tetas al aire y a la vista de mi yerno que procuraba actuar
con indiferencia pero al que sorprendí
más de una vez echándole miraditas a mis pechos y disimulando su erección.
Recordé lo que había
hecho la noche anterior y los pezones se me pusieron duros así que pude lucirme
con un poquito más de confianza. Para mi edad tenía las tetas bastante firmes,
no tanto como mi hija obviamente pero bien puestas y además las tenía más
blancas que el resto de la piel lo que les daba un aspecto muy sexy.
Cuando nos fuimos a
bañar Ángel nos echó unos piropos y se felicitó por estar con dos hembras de
bandera a lo cual respondí que él tampoco estaba mal.
Hija: Ten cuidado que
este lo que quieres es llevarnos al huerto. Dijo mi hija entre risas.
Suegra: ¡Uy!, para
huertos estoy yo.
Pero nada, otra vez tuve
que escuchar el sermoncito de mi hija diciéndome que estaba estupenda, que ya
querrían muchas de sus amigas tener un cuerpo como el mío y que tenía que
buscarme un novio.
Ángel que era un poco
fresco aprovechó para darme una nalgadita y comentar que tampoco tenía mal
culo. Y mi hija le preguntó que de donde pensaba que había sacado ella sus
encantos.
Así entre bromas pasamos
una estupenda mañana que me hizo sentir muy bien.
A primera hora de la
tarde les advertí que no iríamos a la playa ya que era mi costumbre ver el
desfile de barcos desde la terraza. Nos pusimos ropa cómoda con la intención de
salir a dar un paseo y tomar un helado después de ver los barcos y nos asomamos
a la terraza.
Allí estuvimos un rato
viendo los primeros barcos pero lo cierto es que mi terraza era perpendicular a
la costa y solo teníamos una vista parcial. Mi yerno entró en casa y al momento
nos llamó desde el salón para que fuéramos porque desde la ventana del
dormitorio se veía toda la costa.
Le hicimos caso y
galantemente nos cedió la ventana para que pudiéramos asomarnos las dos. Desde
allí la verdad es que se veía mejor y sacando un poco la cabeza podías sentir
la brisa del mar en la cara.
Así estábamos comentando
los adornos de los barcos cuando noté que Ángel se acercaba a mí por detrás.
Una de sus piernas rozaba entre las mías y había apoyado su mano derecha en mi cintura
ligeramente con la excusa de asomarse un momento entre las dos. Al momento
volvió a cedernos todo el espacio de la ventana pero ya ni su pierna ni su mano
abandonaron el terreno ganado. Muy al contrario comencé a notar que algo me
rozaba la nalga y aunque yo actuaba como si no ocurriera nada sabía que por la
altura solo podía ser una cosa. Hasta ese momento todo podía estar ocurriendo
sin ninguna malicia pero estaba nerviosa. Por la mañana la había estado mirando
y ahora la sentía en mi culo. El roce era muy sutil y no sabía si era
intencionado. Pensé que si la tenía dura es que se estaba restregando queriendo
y sin pensarlo más moví ligeramente las caderas como para acomodar las piernas desplazándome
hacia él.
¡Joder!, ¡pues si que la
tiene dura! Noté perfectamente su polla dura clavarse en mi nalga así que como
un resorte regresé a la posición inicial.
Mi hija no se percataba
de nada y yo seguí actuando con normalidad pero estaba muy nerviosa. Sentía una
mezcla entre temor y excitación que me tenía confusa sin saber qué hacer.
De pronto la mano de
Ángel se deslizó un poco hacia mi cadera separando los dedos para abarcar más
superficie en una lenta caricia. El corazón se me estaba acelerando pero creí
que se me paraba cuando mi yerno me sujetó mientras restregaba el bulto por mi
nalga hasta encajarla en la raja de mi culo. Me había puesto una tanga porque
la falda era muy finita así que le fue muy fácil enterrar su cipotón entre mis
cachetes.
Ufff! Madre mía!, ¡Que
gusto sentir su polla dura en el culo! Pero… ¡joder! Es mi yerno, que coño hago
yo ahora.
Vaya situación.
Se me escapó un suspiro.
No sé si fue de lo excitada que estaba o de los nervios pero él seguro que lo
notó así que me maldije por no haber podido controlarlo.
Además estaba
sorprendida, aquella porra parecía de hierro y mi marido nunca la tuvo tan
dura.
Cuando menos lo esperaba
él se pegó a mi espalda y asomándose de nuevo entre las dos ligeramente dijo… “Me alegro de que nos hayamos quedado a
verlo. Esto es una maravilla” y en ese instante metió su mano por el
costado de mi falda, recorrió todo mi muslo
y amaso mi nalga a su antojo. Tiró de mi cachete un poco hacia afuera
abriéndome más el trasero hasta que la punta de su polla presionaba ya
directamente en mi culito.
Mi hija seguía haciendo
comentarios pero yo ya no la oía y desde luego estaba que no me salía la voz
del cuerpo.
Tenía que hacer algo así
que disimuladamente lleve mi mano atrás para coger la suya y retirarla pero al
notar mi mano él me la cogió y la apoyo sobre mi cadera colocando la suya sobre
la mía para acariciarme.
¡Joder!, que tormento de
hombre ¡por Dios!
Me estaba mareando.
Sentía pulsaciones en mi culo y ya no sabía si eran mías o eran de su polla pero
me estaban poniendo enferma. Él coño se me estaba poniendo resbaloso y notaba
como los labios se deslizaban entre ellos al apretar mis piernas. La
sensibilidad de mis pezones era tan grande que el más mínimo movimiento me
hacía sentir el roce de mi blusa como una tortura.
Su mano era tan cálida…
por un momento creo que cerré los ojos e imaginé lo que sería sentir aquella
mano tibia recorriendo mi cuerpo. Sin poder evitarlo dejé que se recreara
restregándose todo lo que quiso.
Estaba muy excitada y mi
mente comenzaba a imaginar cosas.
Lo que daría por sentir
aquella barra de carne caliente entrando en mi cuerpo. Estaba al borde del
orgasmo pero … ¡se me iba a notar!.
Miré a mi hija de reojo.
Estaba concentrada en los barcos.
Sí, joder, podría
correrme sin hacer ruido. Como cuando ella era pequeña y dormía en la cuna.
Pero ahora su madre se
iba correr con la polla de su yerno encajada entre las nalgas.
Apreté mis muslos y me
concentre en las sensaciones que sentía en mi trasero. Creo que apreté un poco hacía
atrás y él respondió clavándose aun más y haciéndome sentir las costuras de su
pantalón.
Aspiré todo el aire que
pude y aguanté la respiración apreté su mano y… uffff, sí, sííí, sííí…
Me corrroooo, me
corroooo…. uhmmmmgggggggggg
Ohh, ¡Dios mío!, que
gusto otra vez. Sentía la brisa refrescar mi cara que estaba ardiendo por el
sofoco.
No sé cómo conseguí
contenerme pero mi hija parecía seguir sin enterarse de nada.
Relajé mi cuerpo y mi
mente disfrutando del regusto tras el orgasmo hasta que viendo que ya no
quedaban muchos barcos liberé mi mano de la suya y le di una palmadita.
Él debió entender que la
fiesta había llegado a su fin porque se despegó de mí y dijo que tenía que ir
al baño antes de salir de paseo. Seguro que se quito de en medio para que mi
hija no viera como estaba o quizás se haría una paja rápida.
Durante la tarde-noche
no volvió a ocurrir nada y aunque al acostarme estuve esperando escuchar alguna
actividad en el salón, tampoco ocurrió nada. Me dormí recordando las caricias
de mi yerno pero sin volver a masturbarme, imagino que por el sentimiento de
culpa que me creaba aquella situación.
Al día siguiente tendría
que hablar con mi yerno y poner fin a aquella extraña situación.
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