miércoles, 10 de julio de 2013

Todo por mi yerno II


Por la mañana me desperté con el sonido del calentador de gas. Alguien se estaba dando una ducha. Me levanté me puse una bata y me acomodé el pelo antes de salir del dormitorio. El piso era pequeño y solo había un baño así que tendría que esperar. Al salir al salón me encontré con un panorama que no esperaba. Aunque mi hija había levantado ya las persianas, mi yerno aun estaba dormido, boca arriba y ocupando casi todo el sofá. Llevaba unos bóxers amplios de algodón y se ve que tenía una erección matinal porque se le notaba un buen bulto en la entrepierna.
No pude evitar sonreír pícaramente y me acerqué al ventanal del salón rodeando el sofá. Quería ver aquello más de cerca pero si me descubrían podría decir que iba a abrir la puerta para que se ventilara el salón. Cuando estaba delante de la cristalera me giré un poco para poder ver mejor a mi yerno que estaba justo detrás de mí. Aun respiraba profundamente así que no creí que se despertara con mi presencia. Yo solo quería mirar, tenía una curiosidad malsana. Primero le mire a los ojos para asegurarme, luego recorrí su cuerpo lentamente hasta llegar a la causa de mi curiosidad. El bóxer era de algodón blanco y la tela se le pegaba a la piel de forma que el bulto tenía la forma de una hermosa polla.  La tenía morcillona y, sin ser enorme, no estaba mal de tamaño. Para mí desde luego era perfecta. Me quedé mirándola unos segundos absorta hasta que sentí un pequeño escalofrío que me regresó al mundo.

Ya era hora de levantarse así que abrí la cristalera y una corriente de aire refrescó el salón en un instante.
Suegra: ¡Vamos!, ¡arriba que tenéis que aprovechar las vacaciones!
Me fui a preparar el desayuno escuchando a Ángel protestar por la forma de despertarlo.
Era el 16 de julio, día de la Virgen del Carmen. Uno de mis días favoritos de las vacaciones porque por la tarde los pescadores desfilaban con sus barcos engalanados por delante del piso y siempre disfrutaba viéndolo desde mi terraza.
Por la mañana Ana y yo fuimos a comprar pescado fresco mientras Ángel hacía otras compras que le habíamos encargado. Al rato de estar en la calle Ana me preguntó que tal había dormido. Entendí rápidamente que lo que quería era saber si los había escuchado. Le dije que había caído muerta nada más acostarme y ella tras disimular un suspiro de alivio me dijo que por la noche habían golpeado un retrato sin querer y que se había roto. Yo le resté importancia y le aseguré que no me había enterado de nada.
Algo más tarde ya estábamos los tres con las tareas hechas y camino de la playa. Andamos un poquito hasta una cala cercana donde una puede bañarse sin que le den un balonazo o le echen tierra. Siempre me ha gustado disfrutar del mar lo más tranquila posible.
Tras plantar la sombrilla y colocar las toallas mi hija me sorprendió quitándose la parte superior del bikini. Tenía las tetas morenitas así que supuse que siempre hacía topless.
“Nena, ten cuidado no te vayas a quemar”. Le dije mirándole las tetas y ella sonrió y me contestó que no me preocupara que siempre se echaba bastante protección.
Yo me quité el pareo y me puse a echarme crema pero sin quitarme la parte de arriba. Ana me preguntó si yo no hacía topless y le dije que me daba cosa tomar el sol sola en aquella cala con las tetas al aire por si aparecían mirones. Entonces fue mi yerno el que no tardó en contestar diciendo que hoy no estaba sola y mi hija tuvo una salida graciosa al decir que el mirón ya lo llevábamos incorporado, ja,ja… nos reímos los tres pero mi hija insistió en que no fuera tonta así que finalmente yo también dejé mis tetas al aire y a la vista de mi yerno que procuraba actuar con indiferencia pero al que  sorprendí más de una vez echándole miraditas a mis pechos y disimulando su erección.
Recordé lo que había hecho la noche anterior y los pezones se me pusieron duros así que pude lucirme con un poquito más de confianza. Para mi edad tenía las tetas bastante firmes, no tanto como mi hija obviamente pero bien puestas y además las tenía más blancas que el resto de la piel lo que les daba un aspecto muy sexy.
Cuando nos fuimos a bañar Ángel nos echó unos piropos y se felicitó por estar con dos hembras de bandera a lo cual respondí que él tampoco estaba mal.
Hija: Ten cuidado que este lo que quieres es llevarnos al huerto. Dijo mi hija entre risas.
Suegra: ¡Uy!, para huertos estoy yo.
Pero nada, otra vez tuve que escuchar el sermoncito de mi hija diciéndome que estaba estupenda, que ya querrían muchas de sus amigas tener un cuerpo como el mío y que tenía que buscarme un novio.
Ángel que era un poco fresco aprovechó para darme una nalgadita y comentar que tampoco tenía mal culo. Y mi hija le preguntó que de donde pensaba que había sacado ella sus encantos.
Así entre bromas pasamos una estupenda mañana que me hizo sentir muy bien.
A primera hora de la tarde les advertí que no iríamos a la playa ya que era mi costumbre ver el desfile de barcos desde la terraza. Nos pusimos ropa cómoda con la intención de salir a dar un paseo y tomar un helado después de ver los barcos y nos asomamos a la terraza.
Allí estuvimos un rato viendo los primeros barcos pero lo cierto es que mi terraza era perpendicular a la costa y solo teníamos una vista parcial. Mi yerno entró en casa y al momento nos llamó desde el salón para que fuéramos porque desde la ventana del dormitorio se veía toda la costa.
Le hicimos caso y galantemente nos cedió la ventana para que pudiéramos asomarnos las dos. Desde allí la verdad es que se veía mejor y sacando un poco la cabeza podías sentir la brisa del mar en la cara.
Así estábamos comentando los adornos de los barcos cuando noté que Ángel se acercaba a mí por detrás. Una de sus piernas rozaba entre las mías y había apoyado su mano derecha en mi cintura ligeramente con la excusa de asomarse un momento entre las dos. Al momento volvió a cedernos todo el espacio de la ventana pero ya ni su pierna ni su mano abandonaron el terreno ganado. Muy al contrario comencé a notar que algo me rozaba la nalga y aunque yo actuaba como si no ocurriera nada sabía que por la altura solo podía ser una cosa. Hasta ese momento todo podía estar ocurriendo sin ninguna malicia pero estaba nerviosa. Por la mañana la había estado mirando y ahora la sentía en mi culo. El roce era muy sutil y no sabía si era intencionado. Pensé que si la tenía dura es que se estaba restregando queriendo y sin pensarlo más moví ligeramente las caderas como para acomodar las piernas desplazándome hacia él.
¡Joder!, ¡pues si que la tiene dura! Noté perfectamente su polla dura clavarse en mi nalga así que como un resorte regresé a la posición inicial.
Mi hija no se percataba de nada y yo seguí actuando con normalidad pero estaba muy nerviosa. Sentía una mezcla entre temor y excitación que me tenía confusa sin saber qué hacer.
De pronto la mano de Ángel se deslizó un poco hacia mi cadera separando los dedos para abarcar más superficie en una lenta caricia. El corazón se me estaba acelerando pero creí que se me paraba cuando mi yerno me sujetó mientras restregaba el bulto por mi nalga hasta encajarla en la raja de mi culo. Me había puesto una tanga porque la falda era muy finita así que le fue muy fácil enterrar su cipotón entre mis cachetes.
Ufff! Madre mía!, ¡Que gusto sentir su polla dura en el culo! Pero… ¡joder! Es mi yerno, que coño hago yo ahora.
Vaya situación.
Se me escapó un suspiro. No sé si fue de lo excitada que estaba o de los nervios pero él seguro que lo notó así que me maldije por no haber podido controlarlo.
Además estaba sorprendida, aquella porra parecía de hierro y mi marido nunca la tuvo tan dura.
Cuando menos lo esperaba él se pegó a mi espalda y asomándose de nuevo entre las dos ligeramente dijo… “Me alegro de que nos hayamos quedado a verlo. Esto es una maravilla” y en ese instante metió su mano por el costado de mi falda, recorrió todo mi muslo  y amaso mi nalga a su antojo. Tiró de mi cachete un poco hacia afuera abriéndome más el trasero hasta que la punta de su polla presionaba ya directamente en mi culito.
Mi hija seguía haciendo comentarios pero yo ya no la oía y desde luego estaba que no me salía la voz del cuerpo.
Tenía que hacer algo así que disimuladamente lleve mi mano atrás para coger la suya y retirarla pero al notar mi mano él me la cogió y la apoyo sobre mi cadera colocando la suya sobre la mía para acariciarme.
¡Joder!, que tormento de hombre ¡por Dios!
Me estaba mareando. Sentía pulsaciones en mi culo y ya no sabía si eran mías o eran de su polla pero me estaban poniendo enferma. Él coño se me estaba poniendo resbaloso y notaba como los labios se deslizaban entre ellos al apretar mis piernas. La sensibilidad de mis pezones era tan grande que el más mínimo movimiento me hacía sentir el roce de mi blusa como una tortura.
Su mano era tan cálida… por un momento creo que cerré los ojos e imaginé lo que sería sentir aquella mano tibia recorriendo mi cuerpo. Sin poder evitarlo dejé que se recreara restregándose todo lo que quiso.
Estaba muy excitada y mi mente comenzaba a imaginar cosas.
Lo que daría por sentir aquella barra de carne caliente entrando en mi cuerpo. Estaba al borde del orgasmo pero … ¡se me iba a notar!.
Miré a mi hija de reojo. Estaba concentrada en los barcos.
Sí, joder, podría correrme sin hacer ruido. Como cuando ella era pequeña y dormía en la cuna.
Pero ahora su madre se iba correr con la polla de su yerno encajada entre las nalgas.
Apreté mis muslos y me concentre en las sensaciones que sentía en mi trasero. Creo que apreté un poco hacía atrás y él respondió clavándose aun más y haciéndome sentir las costuras de su pantalón.
Aspiré todo el aire que pude y aguanté la respiración apreté su mano y… uffff, sí, sííí, sííí…
Me corrroooo, me corroooo…. uhmmmmgggggggggg
Ohh, ¡Dios mío!, que gusto otra vez. Sentía la brisa refrescar mi cara que estaba ardiendo por el sofoco.
No sé cómo conseguí contenerme pero mi hija parecía seguir sin enterarse de nada.
Relajé mi cuerpo y mi mente disfrutando del regusto tras el orgasmo hasta que viendo que ya no quedaban muchos barcos liberé mi mano de la suya y le di una palmadita.
Él debió entender que la fiesta había llegado a su fin porque se despegó de mí y dijo que tenía que ir al baño antes de salir de paseo. Seguro que se quito de en medio para que mi hija no viera como estaba o quizás se haría una paja rápida.
Durante la tarde-noche no volvió a ocurrir nada y aunque al acostarme estuve esperando escuchar alguna actividad en el salón, tampoco ocurrió nada. Me dormí recordando las caricias de mi yerno pero sin volver a masturbarme, imagino que por el sentimiento de culpa que me creaba aquella situación.

Al día siguiente tendría que hablar con mi yerno y poner fin a aquella extraña situación.

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