viernes, 12 de julio de 2013

Polvetes Cósmicos I. El informe.


Me llamo Paula Hernández, soy médico endocrino y grabo esta cinta para asegurarme de preservar la información que contiene por si me ocurriera algo antes de que pueda darla a conocer públicamente.
Hasta hace unos meses trabajaba en un hospital público como especialista en endocrinología además de tener una consulta privada en mi domicilio. Soy bastante conocida por haber publicado un par de libros sobre la influencia de las hormonas en el comportamiento racional y haber participado en algún programa de televisión.
Mi vida dio un giro un domingo por la mañana cuando sonó el timbre de la puerta.
No esperaba visitas así que pensé que sería algún vecino para pedirme algo. Abrí la puerta y me encontré con dos señores que me mostraban una identificación oficial. Eran miembros del Centro Nacional de Inteligencia.
Me explicaron que había un tema de seguridad nacional que requería la intervención de un experto en endocrinología y que yo había sido la escogida por los responsables de la operación. Yo me quedé pasmada. No entendía muy bien qué tipo de problema podría resolver yo que afectara a la seguridad nacional pero viendo que aquellos hombres no me iban a explicar gran cosa decidí acompañarles.
En cualquier caso si era algo que yo no quisiera hacer supuse que podría oponerme en cualquier momento.
Tras cambiarme y coger mi bolso, nos trasladamos a un polígono industrial del extrarradio en un monovolumen que por el grosor de la puerta y el sonido que hizo al cerrase me pareció que estaba blindado.  Al acercarnos a una de las naves el portalón comenzó a abrirse. Otro par de tipos se acercaron al coche, revisaron los bajos, comprobaron el interior y las identificaciones de mis acompañantes y nos dejaron pasar. Dentro de la nave industrial había varios módulos prefabricados y me llevaron a uno de ellos en el que había una sala de reuniones donde me dijeron que esperara.
Al cabo de unos minutos aparecieron Miguel Vázquez, catedrático de endocrinología y antiguo profesor mío, un militar de alta graduación, a juzgar por todo lo que llevaba colgado en la pechera, y una chica joven que luego supe que era siquiatra.
Miguel me explicó que había sido él el que  recomendó que contactaran conmigo por considerar que yo era la mayor especialista en el objeto de la investigación.
Yo seguía muy intrigada pero Miguel me advirtió de que para poder continuar tendría que comprometerme a aportar todos mis conocimientos y a respetar el carácter secreto de todo lo que viera, leyera u oyera.
No pude negarme, era tal mi curiosidad que no hubiera dormido en tres días si hubiera rechazado el ofrecimiento, así que tras firmar un buen número de documentos por fin el propio Miguel me explicó en qué consistía el expediente “Polvos Celestes”.
Un mes atrás el ejército había observado unas extrañas violaciones del especio aéreo en una zona próxima a la costa. Se enviaron aviones de reconocimiento y se desplazaron unidades de tierra para intentar averiguar el origen de las alteraciones en el radar pero no se observó nada. Días después se recibió una consulta de los servicios secretos de EE.UU. en el Estado Mayor del Aire en la que se preguntaba si se había tenido alguna incidencia en los días en los que así fue. Esto despertó mayor inquietud en los responsables del aire hasta que por fin se produjo un encuentro secreto entre altos mandos de los dos países. Entre tanto otro tipo de alteraciones muy diferentes se habían estado observando en los pobladores de la zona, concretamente en una urbanización residencial de la costa. 
Pregunté a qué tipo de alteraciones se refería y me dijeron que se trataba de alteraciones del comportamiento que habían llevado a los afectados a mantener conductas insólitas además de algunas alteraciones fisiológicas.
Aquello era cada vez más intrigante. Yo necesitaba saber más para entender el objeto de mi presencia y no dejaba de hacer preguntas. Por fin Miguel pidió permiso al militar y me contó el resto de los detalles.
La zona había estado recibiendo la visita de unas naves de origen desconocido de las que solo tenían constancia por el rastro dejado en los radares y otras interferencias provocadas. Apenas se habían producido avistamientos pero tenían un par de testigos que aseguraban haber visto unas naves sobrevolar sus domicilios durante la madrugada.
La zona fue rastreada en busca de cualquier resto o señal de presencia alienígena pero lo único que se encontró fueron restos de un polvo gris azulado que cubría plantas y edificios como suele ocurrir con el polen en primavera.
Tras las primeras pruebas se comprobó que la composición del polvo era muy compleja pero parecía que algunos de sus componentes eran hormonas similares a las humanas pero de origen sintético.
Aquello era muy interesante y por fin entendía la razón de que yo estuviera allí.
Pregunté a Miguel cuales eran las alteraciones que habían observado en la población y lo que me dijo me dejó de piedra.
Las mujeres de aquella urbanización parecían tener un periodo de ovulación más prolongado, sus pechos habían crecido varias tallas y habían perdido todo tipo de prejuicios a la hora de practicar el sexo. Lo hacían  de forma constante casi compulsiva y se habían observado numerosos casos de prácticas sexuales con miembros de la unidad familiar diferentes a la pareja. Sodoma y Gomorra era una aldea mormona comparado con aquella urbanización.
No salía de mi asombro y me preguntaba qué sentido tendría todo aquello. El militar por fin rompió su silencio para explicarme algo aun más inquietante que algunos cuernos y casos de relaciones aberrantes, como él las llamó. El problema señora es que pensamos que esto es solo un ensayo, un experimento que puede ser el primer paso para intentar controlar nuestra conducta a nivel mundial y facilitar así una posible invasión de la tierra.
Todo aquello parecía salido de una película y apenas podía asimilar algo cuando ya me estaban sorprendiendo con otra cosa. Desde luego algo estaba claro, la situación era más que preocupante así que lo primero era intentar determinar con la mayor exactitud posible la composición de aquel polvo celeste.
Los días posteriores me dediqué junto a otros científicos a estudiar el polvo y no era una tarea fácil ya que como ya dije era de gran complejidad. Encontramos hormonas de todo tipo, andrógenos, testosterona, dopamina y copulinas. También encontramos algunas sustancias psicotrópicas, alucinógenos y estimulantes.
Era un coctel de efectos devastadores sobre los impulsos sexuales y afectaba especialmente a las mujeres pero también en menor medida a los hombres.
Pero para entender mejor los efectos que el polvo conseguía además de nuestros análisis lo mejor era hacer una investigación de campo y tendríamos que entrevistar a las mujeres que se habían visto afectadas. Siquiatras, endocrinos y otros especialistas formamos un equipo y comenzamos con las entrevistas de aquellas mujeres que aunque parecían normales en todos los aspectos contaban sus experiencias sexuales sin atisbo de vergüenza o arrepentimiento.
Aquellas entrevistas fueron la experiencia más caliente que jamás haya vivido hasta el punto que llegué envidiar a algunas de las afectadas y a querer probar los efectos de una pequeña dosis del polvo.
Todas las entrevistas fueron grabadas y forman parte de este informe que ahora estoy compartiendo.
Espero que las personas que lo encuentren hagan buen uso de ellas.

Continuará…

1 comentario:

  1. Estoy esperando la continuación. Promete demasiado. Macho en que jardin te has metido.
    Espero que la continuación este a la altura de mis espectativas.
    Un abrazo.

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