Hace dos veranos mi hija
Ana lo estaba pasando un poco mal. Ella trabajaba como dependienta en la
perfumería de una de mis hermanas y su empleo no peligraba pero su marido Ángel
tuvo que cambiar de empresa porque desde hacía unos meses estaban teniendo problemas
para pagar su sueldo. Tras el verano consiguió un nuevo empleo pero durante
unos meses estuvieron pasándolo bastante mal a nivel económico.
En Julio mis nietos iban
a estar en un campamento de verano y como sabía que mi hija ese año no tenía
para costearse unas vacaciones la invite a pasar unos días a mi apartamento de
la playa en Almería junto con su marido.
Normalmente ellos solo
venían a pasar el día porque mi apartamento solo tiene un dormitorio pero, en
aquellas circunstancias y al no estar mis nietos, pensé que podríamos
apretarnos un poco. Obviamente mi intención era dejarles mi dormitorio y dormir
yo en el salón, en el que tengo un cómodo sofá cama, pero ni mi hija ni mi
yerno consintieron que fuera yo la que se sacrificara, así que finalmente ellos
se quedaron en el salón.
No lo he dicho pero yo
soy separada. Un buen día decidí que estaba harta de mi marido y que para estar
mal acompañada prefería estar sola. Separarme supuso un gran alivio y, aunque a
veces la soledad pesa un poco, lo
llevaba bien y el sexo era algo en lo que apenas pensaba sobre todo porque no
me aportó demasiado cuando estuve casada.
Mi hija me anima mucho
para que me busque un novio que me alegre la vida y Ángel aprovecha siempre
esas conversaciones para echarme algún piropillo. Yo tuve a Ana bastante joven,
con 18 años y es verdad que aun me conservo bien a mis 57 pero a estas alturas
pensaba en cualquier cosa menos en tener novio y sobre todo no me veía
atractiva. Siempre he tenido buenas formas y sigo haciendo girar alguna cabeza
pero cuando me miro al espejo no siento ánimos de arreglarme.
Mi yerno Ángel es algo
mayor que mi hija. Ella tiene 39 y él 44, y es lo que podríamos llamar un buen
mozo. Desde que comenzó a salir con mi hija ha sido amable y cariñoso conmigo
hasta el punto de tomarse algunas libertades como echarme algún piropo picante
o darme palmaditas en el culo, pero siempre ha sido caballeroso y esos detalles
los interpreté como muestras de cariño.
El primer día de
aquellas vacaciones compartidas llegaron algo cansados y tras deshacer los
equipajes e instalarse decidieron no ir a la playa por la tarde y echar una
siesta. Para no deshacer el salón tan temprano les dije que no me importaba que
durmieran en mi cama y que ya por la noche haríamos su cama en el sofá así que
los dejé acostados y me fui a la playa.
Cuando regresé Ángel aun
dormía. Él había conducido y estaba más cansado pero mi hija estaba en la
terraza.
Le pregunté a mi hija si
habían “aprovechado” que yo no estaba porque mi cama era más cómoda que el sofá
cama y ella me dijo que no, que estaban muy cansados. Después me hizo una
confesión que me preocupó. Parece que había un poco de tensión entre ellos porque
mi hija había perdido las ganas de sexo hacía tiempo.
Le pregunté si ella
tenía algún otro problema y me dijo que no que por lo demás estaba bien.
Le recomendé que hiciera
un esfuerzo ahora que aun eran jóvenes y cambiamos de tema.
Esa primera noche los
invité a cenar pescadito en un restaurante típico y después de dar un paseo por
la playa nos fuimos a dormir. Yo para darles un poco de intimidad en el salón
me aseé y me fui a mi dormitorio nada más llegar. Desde mi cama podía oírlos
hablar mientras hacían la suya aunque no entendía nada porque aun entraba un
rumor intenso procedente de los bares de la zona. Mi hija se reía con
frecuencia y supuse que mi yerno estaba guasón y ella algo alegre con el vinito
que habíamos tomado.
No tardé en dormirme
pero en medio de la noche un fuerte ruido me despertó. Estaba un poco
sobresaltada y agudicé el oído
comprobando que no se oía nada, ni siquiera el rumor de la calle.
De repente escuché
hablar a mi yerno.
Le decía a mi hija que
estuviera tranquila que yo seguía dormida. Se ve que estaban echando un polvo y
habían tirado al suelo un portarretratos.
Mi hija lo mandó callar
pero al momento comencé a escuchar algunos chirridos y los gemidos de mi hija.
Bueno, al menos Ana me
había hecho caso.
Cuando quise darme cuenta
estaba aguantando la respiración para poder oírlos mejor.
¡Vieja morbosa!, pensé.
Cerré los ojos e intenté ignorarlos.
Pero mis buenas
intenciones no sirvieron de mucho. Al momento los gemidos de ambos se hicieron
más fuertes y entre esos gemidos los susurros de mi yerno.
¿Pero qué coño hablaba
tanto? Mi marido no decía nada cuando follábamos, bueno, nada interesante, je,
je. Otra vez agudicé el oído pero ahora además me moví en la cama acercándome
al lado opuesto, más cerca de la puerta y levantando la cabeza para escuchar
con las dos orejas.
Por fin comencé a
distinguir lo que decía.
Yerno: Eres una calentona, hoy
que sabes que tu madre puede oírnos es cuando te abres de piernas.
Hija: Y tu eres un cabrón. Seguro que has tirado el retrato para
que nos oiga y sepa lo que le estás haciendo a su hijita con tu polla… uhmm
Yerno: Pobrecita, ella no tiene quien le haga esto.
Hija: Claro y seguro que tu se lo hacías encantado… eres un guarro,
uhm… Me pones cachonda pero no vas a conseguir que grite… degenerado.
Yerno: Puta!
Hija: Sí, soy una puta. Fóllame! Ufff!
Me quedé helada. No
podía moverme, casi ni pestañear. Solo el corazón se me agitaba aceleradamente.
Estaba sorprendida. Una imagina cosas, y sé que las parejas fantasean, pero no
esperaba oír aquello.
Lo hacían poco pero vaya
cuando lo hacían. Por el ruido parecía que iban a desarmar el sofá.
Me dejé caer sobre la
almohada casi sin fuerzas después de tanta tensión y percibí el olor de mi
yerno. Seguro que en la siesta había dormido de aquel lado pero yo no lo había
notado porque me acosté en el otro. Así que sin pretenderlo estaba en mi cama oliendo
a hombre y escuchando aquellos gemidos. Algo dentro de mí comenzó a removerse y
sentí como una corriente eléctrica descender por mi vientre.
Mi cuerpo me estaba
reclamando las atenciones que le había negado durante meses.
Cerré los ojos, pegué la
nariz a la almohada y aspiré profundamente… uhmmmm, que bien olía mi jodido
yerno. Deslice una mano entre mis muslos y note esa tibieza húmeda típica de un
coño caliente.
¡Joder!, estaba mojada.
Mis pezones estaban duros y mi otra mano pronto se encontró con ellos.
Me sentía un poco
culpable pero aquellos gemidos me estaban trastornando.
Corrí mis bragas a un
lado y deje que los dedos explorarán aquella zona olvidada, uhmmm, joder que
cosquillitas más buenas. Ya no recordaba esas sensaciones. Mi clítoris estaba
hinchado y todo el coño me palpitaba apretado entre los muslos.
Ya no había vuelta
atrás, aquello era una paja y yo necesitaba correrme así que busqué un poco de
inspiración y volví a prestar atención a los sonidos que llegaban desde el
salón.
Se estaban diciendo de
todo… se calentaban con frases obscenas y me calentaban a mí. Mi hija no hacía
más que pedir más… mas polla… más fuerte… más adentro. Él no paraba de gruñir y
debía estar follándosela por detrás porque comencé a oir nalgadas. ¡Joder, iban
a romper el sofá!
Apreté los ojos y
susurré, “Diosss… síí…
así, dale fuerte, dale fuerte”. Pero a quien iba a engañar… en mi mente era a mi a quien se follaba mi
yerno, uhmmm, era yo la que quería más y mi coño el que se abría para recibir su
polla… imaginaba sus fuertes manos amasando mis nalgas, azotándome, haciéndome
suya, sí… agitaba mis dedos en mi hinchado botoncito buscando mi orgasmo y sí,
sí, allí estaba, después de tanto tiempo… que
gusto joder, sí, sí así, así… fóllame, fóllame cabrón… fóllate a tu suegra,
síii, uhmmmmm, fóllame…
¡Ufff!, ¡que
barbaridad!, creo que ellos se habían corrido coincidiendo conmigo porque
cuando conseguí recuperar los sentidos ya no oía nada. ¡Joder!, no recordaba un
orgasmo así en toda mi vida. Me había quedado super relajada y… bueno, tampoco
había pasado nada. Un pequeño pecadillo del que nadie se enteraría. Me sentía
un poco culpable pero me lo tomé como un pequeño premio. Después de todo,
gracias a mi conversación con ella probablemente mi hija había decidido
recuperar su relación con mi yerno.
El problema era que
aquellas vacaciones no habían hecho más que empezar.
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