Mi tendedero pasó a
tener alguna braguita sexy colgada de forma permanente como una ofrenda diaria
a la espera de obtener mi recompensa, una ración de leche de un joven macho. Me
excitaba sentirme deseada y provocar las incursiones de mi admirador y de forma
inconsciente mi comportamiento se fue volviendo más sensual incluso cuando no
me exhibía en la piscina. Sencillamente me sentía sexy y me gustaba la
sensación.
Pasaron unos días durante
los cuales y de forma intermitente continué encontrando mis braguitas llenas de
lefa, ¡uhmmm!.
Si mi hijo estaba en
casa me encerraba en el baño de mi dormitorio para masturbarme, y si no estaba
lo hacía directamente sobre mi cama, a veces con ayuda de un pepino o lo que
encontrara a mano que me hiciera sentir penetrada. Nunca había tenido un
consolador y a estas alturas me sentía incapaz de entrar en un sexshop a
comprarme uno.
Una noche los jóvenes
vecinos organizaron una gran fiesta y el sonido de la música procedente de su
jardín invadía mi casa. Había bastante claridad y supuse que habían instalado
unos focos provisionales para dar luz a la fiesta. Era el momento de ser yo la
que espiara. Mi hijo Luis estaba viendo una película así que estaría un rato
entretenido con la televisión. Aproveché, salí al jardín y busque un claro en
el seto que separaba las parcelas para ver lo que ocurría en la fiesta. Hacía algo
de calor, era una buena noche y las chicas estaban en bikini casi todas y los
chicos en bermudas con el torso desnudo. Algunos bailaban y otros simplemente
conversaban. Aun era temprano y por el momento no se veían indicios de que
aquello terminara en una orgía o algo parecido.
Miraba aquellos cuerpos
semidesnudos y pensaba… que maravilla, que bonito es ser joven y que desperdicio.
Si pudiera volver veinte años atrás y estar en esa fiesta iba a estar muy poco
tiempo hablando.
Aquellos chicos estaban buenísimos. Sus músculos se marcaban en sus pieles bronceadas y brillantes. ¿Cuál sería mi admirador? Daría lo que fuera por saberlo, aunque… que importaba, todos eran guapos, jóvenes y seguro que fogosos. Me dejaría follar por cualquiera de ellos.
Aquellos chicos estaban buenísimos. Sus músculos se marcaban en sus pieles bronceadas y brillantes. ¿Cuál sería mi admirador? Daría lo que fuera por saberlo, aunque… que importaba, todos eran guapos, jóvenes y seguro que fogosos. Me dejaría follar por cualquiera de ellos.
¡Joder!, ya estaba otra
vez cachonda y pensando disparates, ufff, pero era verdad, necesitaba follar y
mi marido tardaría aun días en llegar. Nunca había tenido problemas con la
abstinencia pero ahora me sentía angustiada, desesperada.
Me fijé en las chicas.
También eran monas pero sin duda ninguna tenía mis tetas ni mi culo. No era tan
extraño que alguno de aquellos chicos me deseara, ¡que coño!, ¡estoy muy buena
y seguro que follo mejor que cualquiera de esas niñatas!
Comencé a acariciarme
los pezones pero llevaba el sujetador y una camiseta de tirantes así que me
quité el sujetador para sentir mejor mis propias caricias. La camiseta era de
algodón y ahora sí mis pezones se marcaban en la fina tela y podía
pellizcármelos a placer. Amasé mis tetas y sí… tengo unos buenos melones que
volverían loco a cualquier jovencito. Seguro que se morirían por sentirlos
aprisionando sus duras pollas mientras esta madurita les hace una buena mamada.
Ufff, ya estaba otra vez apretando las piernas buscando el placer que
necesitaba imaginando un rabo grueso y caliente a punto de entrar en mi
hambrienta boca. La fiesta ahora estaba en mi imaginación así que cerré los
ojos y me dispuse a gozar.
¡Mamá, mamá, cuando
cenamos!
¡Joder!, pegué un
respingo. Este chico tiene el don de la oportunidad. Siempre me corta en lo
mejor.
Se había asomado al
porche a buscarme así que me incorporé rápidamente y me dirigí hacia la cocina.
Luis ya estaba en la
cocina y yo entré como si nada.
Hola, estaba en el
lavadero, ¿qué quieres cenar?
Mi hijo estaba de pie
apoyado sobre la mesa y con una extraña expresión de desconcierto. Me estaba
mirando las tetas.
¿Qué miras?, miré hacia
abajo y… ¡Dios mio!, aun tenía los pezones erectos pero lo peor es que no me
había dado cuenta de que mientras espiaba había apoyado las manos en el suelo y
la tela de la camiseta alrededor de los pezones estaba toda arrugada y llenas
de marcas de tierra con la forma de mis dedos.
Me sacudí rápidamente
intentando disimular las marcas.
¿Qué te ha pasado ahí?
Um, vaya, me he manchado
de tierra mientras arreglaba las rosas.
Debí ponerme como un
tomate porque sentí que la cara me ardía pero hice lo posible por actuar con
normalidad. Dije que me iba a cambiar y rápidamente le di la espalda para que
no continuara con su inspección.
Durante la cena mi hijo
actuó con normalidad y yo me consolé pensando que quizás no se había dado
cuenta de que aquello eran dedos. Después estuvimos viendo la tele hasta la
hora de acostarnos. El susto me había hecho olvidar mi calentura por ese día
pero la noche sería otra historia. Pasé la mayor parte dando vueltas nerviosa y
agitada como una yonki pasando el mono.
A las 8 de la mañana ya
no podía más y comencé a tocarme en la cama, uff, estaba muy caliente pero
necesitaba mis bragas llenas de leche más que nunca.
Siempre las encontraba
por la mañana así que quizás tuviera ya unas listas para mi paja matinal. Luis
no solía levantarse hasta tarde así que tal como estaba, con unas braguitas y
una camiseta desgastada bajé de puntillas las escaleras y salí al jardín por la
puerta de atrás. Revisé las prendas del tendedero de un vistazo y no parecía
faltar nada. Quizás había alguna más que no recordaba y me estaban esperando
dentro de la lavadora. Entré en el cuartito lavadero y busqué inútilmente
dentro del tambor.
¡Mierda!, hoy que estoy
tan caliente y no hay nada. Me recosté sobre la pared lamentando mi mala suerte
y cerré los ojos para regresar a mi mundo de fantasías. Apenas había comenzado
a acariciarme cuando oí un ruido fuera del lavadero.
¡Dios!, será que me
adelanté y viene hacía aquí. Se me encogió el corazón.
Qué podía hacer, miré a
mi alrededor y solo se me ocurrió meterme en el armario de las herramientas del
jardín. Casi no cabía pero pude cerrar la puerta y esconderme. Además la puerta
era de pequeñas lamas y podía ver algo a través de las rendijas.
De pronto vi entrar a
alguien. Las lamas estaban orientadas hacia abajo y apenas podía verlo de
cintura para abajo pero iba semidesnudo, yo diría que iba en calzoncillos.
Llevaba una de mis bragas en la mano, ¡Oh Dios mío!, ¡era él!, por fin mi
admirador secreto.
Se apoyó en la pared
justo donde yo misma me había recostado unos segundos antes y comenzó a sobarse
el paquete por encima de los calzoncillos.
¡Joder! El bulto que
tenía era enorme y aun no se la había sacado. Solo veía su mano derecha así que
supuse que en la izquierda tendría las bragas cerca de su nariz. Quizás las olía.
De haberlo pensado las habría dejado usadas para que se le nublara la mente con
el olor de mi coño.
Por fin tiró de sus
calzoncillos y se los bajo hasta medio muslo dejando a la vista un hermoso par
de huevos y una polla perfecta que se liberó como un resorte. Con esos cojones
ya no me extrañaba la cantidad de esperma que era capaz de escupir en mis
bragas.
¡Oh Dios mio!, ¡que
polla!, ¡que polla madre mía!. La tenía gorda y tiesa adornada con gruesas
venas y una cabeza hinchada y brillante.
Una vez más mis manos y
mi cuerpo se adelantaban a mis pensamientos y a pesar de mi poca movilidad
comencé a acariciarme.
Tenía calor y el sudor resbalaba
por mi cuerpo. Apretaba los muslos como si quisiera estrujar mi coño que
palpitaba reclamando mi atención.
¡Joder! ¡que caliente era
aquella situación!, lo tenía a metro y medio. Su mano ahora agarraba la parte
delantera de aquel cipote divino y lo masajeaba suavemente. Cuánto daría por
ser yo quien lo pajeara… por tirarme a sus pies y engullir aquella polla.
Me dolían los pezones,
hinchados e irritados por los pellizcos que yo misma me daba en busca del
placer. Reprimir mis gemidos era angustioso pero a la vez excitante.
¡Ohh!, cariño, sigue así, síí, sigue meneando esa polla y sácate la
leche o tendré que hacerlo yo. Saca esa lechecita para mi… quiero ver cómo
sale… como llenas mis bragas pensando en mi coño.¡Uff!
El chico aumentó el
ritmo. Se sacudía la polla bruscamente y podía oir levemente sus gemidos. Yo
apenas podía reprimir los mios y como pude moví mi brazo derecho procurando no
tirar ninguna herramienta para poder tocarme el coño. ¡ufff!, estaba empapada
en flujos y el olor de mi sexo estaba inundando el armario.
Seguí acariciándome sin
quitar ojo de aquella joven maravilla cuando de pronto me pareció oírle decir
algo. Sí, sí, había sido solo un gemido pero estaba segura de que ha dicho
algo. Agudicé el oído y volví a oírlo… ¿uhm?,
puta?, ha dicho puutaa… mi cuerpo se estremeció y las piernas se me aflojaron
hasta el punto de que estuve a punto de caer. Apreté mis pezones y uhmmgg no me
corrí de puro milagro. Aquel niñato me había llamado puta… si él supiera… si
supiera donde estoy ahora y como deseo que me folle bien follada… entonces si
sabría lo que es una puta.
Por fin mis bragas
aparecieron en escena… las puso delante de su polla como si no fuera a aguantar
mucho más.
Comencé a frotarme el chochito con más fuerza… quizás si me corría al
mismo tiempo que él no me oiría… sí, quería correrme, quería correrme viendo
salir su leche a borbotones.., ¡ohhh que gusto! ¡que gusto joder! Sentía las
caricias de mis dedos como nunca, mi sensibilidad se había multiplicado por 10…
ufff.
Estaba a punto de
correrme pero quería saber quién era… quería ver su cara de gusto pensando en
mi… así que comencé a empinarme. Desde más arriba seguro que le vería la cara.
Él aceleró el ritmo aun más, estaba a punto de correrse… su respiración era ya
muy ruidosa y gruñía de placer.
Pegué un pequeño
respingo y al caer, ¡Aghh!, pisé el rastrillo, perdí el equilibrio y me precipité
sobre las puertas cayendo a sus pies casi desnuda y bañada en sudor. Mis bragas
y mi camiseta estaban empapadas y mis pezones se transparentaban totalmente.
Miré hacia arriba
avergonzada y aquella maravillosa verga se balanceaba a escasos centímetros
sobre mi cara … enajenada por la visión de aquella verga la cogí fuertemente
con la mano derecha sintiéndola caliente y palpitante como un pequeño animal.
Todo era perfecto hasta que de repente se me heló la sangre, los ojos que me
miraban sorprendidos desde detrás de aquella deseada polla eran los de mi hijo Luis.
Quedamos los dos
petrificados y sin que diera lugar a decir nada su polla comenzó a sacudirse
sola mientras mi hijo cerraba los ojos y gemía sin control… ¡Oggh!, mamáá, lo siento, me corro, me
corrooo!
Instintivamente mi mano comenzó a menearle la polla arriba y abajo… no
sabía lo que hacía, estaba fuera de control viendo como mi hijo se retorcía de
placer pajeado por su propia madre… no podía dejar de pensar… ¡por Dios, que
polla!, ¡que polla tiene mi niño!... sentí deseos de meterla en mi boca y
mamarla sin parar pero me contuve y seguí meneándola frente a mi cara… no pude
evitarlo, una sacudida de placer recorrió mi cuerpo anunciándome un intenso
orgasmo, cerré los ojos y desee hacerme invisible.
Tranquilo cariño, no pasa nada, no pasa nada… córrete, córrete
tranquilo… uhmmg córrete con mamáá… sentí el primer lechazo rozar mi frente y
bañarme el pelo… los siguientes me regaron la cara y el cuello… así, así
cariño, así… ya está, ya está… no pasa nada...
Estaba agotada pero él
continuaba con los ojos cerrados y yo quería aprovechar para aparentar la
máxima normalidad posible. Me incorporé poniéndome de pie con gran esfuerzo.
El seguía recostado
contra la pared. El placer aun no había desaparecido por completo pero estaba
claro que no se atrevía a abrir los ojos para no encontrase conmigo.
Voy a darme una ducha,
haz tú lo mismo y nos vemos en el salón cuando terminemos. Tenemos que hablar.
Vale mamá ahora nos
vemos.
Le puse la mano en el
hombro y salí del lavadero en dirección a la casa.
Teníamos que hablar
pero… acababa de hacerle una paja y se había corrido en la cara de su madre.
¿Qué coño le iba a decir?
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