miércoles, 10 de julio de 2013

El ladrón de bragas III


Ya daba por hecho que mi admirador secreto seguiría obsequiándome con sus copiosas corridas y a duras penas podía concentrarme en las tareas domésticas.
Mi tendedero pasó a tener alguna braguita sexy colgada de forma permanente como una ofrenda diaria a la espera de obtener mi recompensa, una ración de leche de un joven macho. Me excitaba sentirme deseada y provocar las incursiones de mi admirador y de forma inconsciente mi comportamiento se fue volviendo más sensual incluso cuando no me exhibía en la piscina. Sencillamente me sentía sexy y me gustaba la sensación.
Pasaron unos días durante los cuales y de forma intermitente continué encontrando mis braguitas llenas de lefa, ¡uhmmm!.
Si mi hijo estaba en casa me encerraba en el baño de mi dormitorio para masturbarme, y si no estaba lo hacía directamente sobre mi cama, a veces con ayuda de un pepino o lo que encontrara a mano que me hiciera sentir penetrada. Nunca había tenido un consolador y a estas alturas me sentía incapaz de entrar en un sexshop a comprarme uno.
Una noche los jóvenes vecinos organizaron una gran fiesta y el sonido de la música procedente de su jardín invadía mi casa. Había bastante claridad y supuse que habían instalado unos focos provisionales para dar luz a la fiesta. Era el momento de ser yo la que espiara. Mi hijo Luis estaba viendo una película así que estaría un rato entretenido con la televisión. Aproveché, salí al jardín y busque un claro en el seto que separaba las parcelas para ver lo que ocurría en la fiesta. Hacía algo de calor, era una buena noche y las chicas estaban en bikini casi todas y los chicos en bermudas con el torso desnudo. Algunos bailaban y otros simplemente conversaban. Aun era temprano y por el momento no se veían indicios de que aquello terminara en una orgía o algo parecido.
Miraba aquellos cuerpos semidesnudos y pensaba… que maravilla, que bonito es ser joven y que desperdicio. Si pudiera volver veinte años atrás y estar en esa fiesta iba a estar muy poco tiempo hablando.
Aquellos chicos estaban buenísimos. Sus músculos se marcaban en sus pieles bronceadas y brillantes. ¿Cuál sería mi admirador? Daría lo que fuera por saberlo, aunque… que importaba, todos eran guapos, jóvenes y seguro que fogosos. Me dejaría follar por cualquiera de ellos.
¡Joder!, ya estaba otra vez cachonda y pensando disparates, ufff, pero era verdad, necesitaba follar y mi marido tardaría aun días en llegar. Nunca había tenido problemas con la abstinencia pero ahora me sentía angustiada, desesperada.
Me fijé en las chicas. También eran monas pero sin duda ninguna tenía mis tetas ni mi culo. No era tan extraño que alguno de aquellos chicos me deseara, ¡que coño!, ¡estoy muy buena y seguro que follo mejor que cualquiera de esas niñatas!
Comencé a acariciarme los pezones pero llevaba el sujetador y una camiseta de tirantes así que me quité el sujetador para sentir mejor mis propias caricias. La camiseta era de algodón y ahora sí mis pezones se marcaban en la fina tela y podía pellizcármelos a placer. Amasé mis tetas y sí… tengo unos buenos melones que volverían loco a cualquier jovencito. Seguro que se morirían por sentirlos aprisionando sus duras pollas mientras esta madurita les hace una buena mamada. Ufff, ya estaba otra vez apretando las piernas buscando el placer que necesitaba imaginando un rabo grueso y caliente a punto de entrar en mi hambrienta boca. La fiesta ahora estaba en mi imaginación así que cerré los ojos y me dispuse a gozar.
¡Mamá, mamá, cuando cenamos!
¡Joder!, pegué un respingo. Este chico tiene el don de la oportunidad. Siempre me corta en lo mejor.
Se había asomado al porche a buscarme así que me incorporé rápidamente y me dirigí hacia la cocina.
Luis ya estaba en la cocina y yo entré como si nada.
Hola, estaba en el lavadero, ¿qué quieres cenar?
Mi hijo estaba de pie apoyado sobre la mesa y con una extraña expresión de desconcierto. Me estaba mirando las tetas.
¿Qué miras?, miré hacia abajo y… ¡Dios mio!, aun tenía los pezones erectos pero lo peor es que no me había dado cuenta de que mientras espiaba había apoyado las manos en el suelo y la tela de la camiseta alrededor de los pezones estaba toda arrugada y llenas de marcas de tierra con la forma de mis dedos.
Me sacudí rápidamente intentando disimular las marcas.
¿Qué te ha pasado ahí?
Um, vaya, me he manchado de tierra mientras arreglaba las rosas.
Debí ponerme como un tomate porque sentí que la cara me ardía pero hice lo posible por actuar con normalidad. Dije que me iba a cambiar y rápidamente le di la espalda para que no continuara con su inspección.
Durante la cena mi hijo actuó con normalidad y yo me consolé pensando que quizás no se había dado cuenta de que aquello eran dedos. Después estuvimos viendo la tele hasta la hora de acostarnos. El susto me había hecho olvidar mi calentura por ese día pero la noche sería otra historia. Pasé la mayor parte dando vueltas nerviosa y agitada como una yonki pasando el mono.
A las 8 de la mañana ya no podía más y comencé a tocarme en la cama, uff, estaba muy caliente pero necesitaba mis bragas llenas de leche más que nunca.
Siempre las encontraba por la mañana así que quizás tuviera ya unas listas para mi paja matinal. Luis no solía levantarse hasta tarde así que tal como estaba, con unas braguitas y una camiseta desgastada bajé de puntillas las escaleras y salí al jardín por la puerta de atrás. Revisé las prendas del tendedero de un vistazo y no parecía faltar nada. Quizás había alguna más que no recordaba y me estaban esperando dentro de la lavadora. Entré en el cuartito lavadero y busqué inútilmente dentro del tambor.
¡Mierda!, hoy que estoy tan caliente y no hay nada. Me recosté sobre la pared lamentando mi mala suerte y cerré los ojos para regresar a mi mundo de fantasías. Apenas había comenzado a acariciarme cuando oí un ruido fuera del lavadero.
¡Dios!, será que me adelanté y viene hacía aquí. Se me encogió el corazón.
Qué podía hacer, miré a mi alrededor y solo se me ocurrió meterme en el armario de las herramientas del jardín. Casi no cabía pero pude cerrar la puerta y esconderme. Además la puerta era de pequeñas lamas y podía ver algo a través de las rendijas.
De pronto vi entrar a alguien. Las lamas estaban orientadas hacia abajo y apenas podía verlo de cintura para abajo pero iba semidesnudo, yo diría que iba en calzoncillos. Llevaba una de mis bragas en la mano, ¡Oh Dios mío!, ¡era él!, por fin mi admirador secreto.
Se apoyó en la pared justo donde yo misma me había recostado unos segundos antes y comenzó a sobarse el paquete por encima de los calzoncillos.
¡Joder! El bulto que tenía era enorme y aun no se la había sacado. Solo veía su mano derecha así que supuse que en la izquierda tendría las bragas cerca de su nariz. Quizás las olía. De haberlo pensado las habría dejado usadas para que se le nublara la mente con el olor de mi coño.
Por fin tiró de sus calzoncillos y se los bajo hasta medio muslo dejando a la vista un hermoso par de huevos y una polla perfecta que se liberó como un resorte. Con esos cojones ya no me extrañaba la cantidad de esperma que era capaz de escupir en mis bragas.
¡Oh Dios mio!, ¡que polla!, ¡que polla madre mía!. La tenía gorda y tiesa adornada con gruesas venas y una cabeza hinchada y brillante.
Una vez más mis manos y mi cuerpo se adelantaban a mis pensamientos y a pesar de mi poca movilidad comencé a acariciarme.
Tenía calor y el sudor resbalaba por mi cuerpo. Apretaba los muslos como si quisiera estrujar mi coño que palpitaba reclamando mi atención.
¡Joder! ¡que caliente era aquella situación!, lo tenía a metro y medio. Su mano ahora agarraba la parte delantera de aquel cipote divino y lo masajeaba suavemente. Cuánto daría por ser yo quien lo pajeara… por tirarme a sus pies y engullir aquella polla.
Me dolían los pezones, hinchados e irritados por los pellizcos que yo misma me daba en busca del placer. Reprimir mis gemidos era angustioso pero a la vez excitante.
¡Ohh!, cariño, sigue así, síí, sigue meneando esa polla y sácate la leche o tendré que hacerlo yo. Saca esa lechecita para mi… quiero ver cómo sale… como llenas mis bragas pensando en mi coño.¡Uff!
El chico aumentó el ritmo. Se sacudía la polla bruscamente y podía oir levemente sus gemidos. Yo apenas podía reprimir los mios y como pude moví mi brazo derecho procurando no tirar ninguna herramienta para poder tocarme el coño. ¡ufff!, estaba empapada en flujos y el olor de mi sexo estaba inundando el armario.
Seguí acariciándome sin quitar ojo de aquella joven maravilla cuando de pronto me pareció oírle decir algo. Sí, sí, había sido solo un gemido pero estaba segura de que ha dicho algo. Agudicé el oído y volví a oírlo… ¿uhm?, puta?, ha dicho puutaa… mi cuerpo se estremeció y las piernas se me aflojaron hasta el punto de que estuve a punto de caer. Apreté mis pezones y uhmmgg no me corrí de puro milagro. Aquel niñato me había llamado puta… si él supiera… si supiera donde estoy ahora y como deseo que me folle bien follada… entonces si sabría lo que es una puta.
Por fin mis bragas aparecieron en escena… las puso delante de su polla como si no fuera a aguantar mucho más.
Comencé a frotarme el chochito con más fuerza… quizás si me corría al mismo tiempo que él no me oiría… sí, quería correrme, quería correrme viendo salir su leche a borbotones.., ¡ohhh que gusto! ¡que gusto joder! Sentía las caricias de mis dedos como nunca, mi sensibilidad se había multiplicado por 10… ufff.
Estaba a punto de correrme pero quería saber quién era… quería ver su cara de gusto pensando en mi… así que comencé a empinarme. Desde más arriba seguro que le vería la cara. Él aceleró el ritmo aun más, estaba a punto de correrse… su respiración era ya muy ruidosa y gruñía de placer.
Pegué un pequeño respingo y al caer, ¡Aghh!, pisé el rastrillo, perdí el equilibrio y me precipité sobre las puertas cayendo a sus pies casi desnuda y bañada en sudor. Mis bragas y mi camiseta estaban empapadas y mis pezones se transparentaban totalmente.
Miré hacia arriba avergonzada y aquella maravillosa verga se balanceaba a escasos centímetros sobre mi cara … enajenada por la visión de aquella verga la cogí fuertemente con la mano derecha sintiéndola caliente y palpitante como un pequeño animal. Todo era perfecto hasta que de repente se me heló la sangre, los ojos que me miraban sorprendidos desde detrás de aquella deseada polla eran los de mi hijo Luis.
Quedamos los dos petrificados y sin que diera lugar a decir nada su polla comenzó a sacudirse sola mientras mi hijo cerraba los ojos y gemía sin control… ¡Oggh!, mamáá, lo siento, me corro, me corrooo!
Instintivamente mi mano comenzó a menearle la polla arriba y abajo… no sabía lo que hacía, estaba fuera de control viendo como mi hijo se retorcía de placer pajeado por su propia madre… no podía dejar de pensar… ¡por Dios, que polla!, ¡que polla tiene mi niño!... sentí deseos de meterla en mi boca y mamarla sin parar pero me contuve y seguí meneándola frente a mi cara… no pude evitarlo, una sacudida de placer recorrió mi cuerpo anunciándome un intenso orgasmo, cerré los ojos y desee hacerme invisible.
Tranquilo cariño, no pasa nada, no pasa nada… córrete, córrete tranquilo… uhmmg córrete con mamáá… sentí el primer lechazo rozar mi frente y bañarme el pelo… los siguientes me regaron la cara y el cuello… así, así cariño, así… ya está, ya está… no pasa nada...

Estaba agotada pero él continuaba con los ojos cerrados y yo quería aprovechar para aparentar la máxima normalidad posible. Me incorporé poniéndome de pie con gran esfuerzo.
El seguía recostado contra la pared. El placer aun no había desaparecido por completo pero estaba claro que no se atrevía a abrir los ojos para no encontrase conmigo.
Voy a darme una ducha, haz tú lo mismo y nos vemos en el salón cuando terminemos. Tenemos que hablar.
Vale mamá ahora nos vemos.
Le puse la mano en el hombro y salí del lavadero en dirección a la casa.

Teníamos que hablar pero… acababa de hacerle una paja y se había corrido en la cara de su madre. ¿Qué coño le iba a decir?

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